Cada mañana a partir de Septiembre comenzamos la rutina. Los doce acogidos se levantan temprano para comenzar su jornada de formación y trabajo , en la Misión Emmanuel y fuera en los centros formativos de F.P. o institutos de la ESO.
Cada mañana toca levantar a alguno que tiene formación por la tarde, las rutinas en África escasean y levantarse por levantarse.... Pero el plan de actividades y los horarios tienen un fin, el de adaptar lo antes posible al acogido a una sociedad productiva, que no espera a nadie y menos a los mas desfavorecidos. Si queremos darles una oportunidad real, debemos estar en la realidad, y la realidad es que sin un idioma, sin una formación, sin apoyos, sin papeles y sin trabajo, no se puede normalizar una situación que ha propia sociedad complicado y sigue complicando.
Los responsables de la Misión comparten su vida con los acogidos y la vida no es color de rosa para ellos, mas bien son rosas llenas de espinas que mientras mas abrazas, mas se te clavan y las cicatrices hacen mella, pero la ilusión con la que estos misioneros próximos viven merece la pena el desgaste. La luz de la vela no podría iluminar sino fuese por que esta se desgasta. Todas las vidas se desgastan pero no todas iluminan a otras vidas.
El Espíritu nunca duerme y los misioneros próximos se levantan con la oración y Él pone en marcha el moto.... Luego cinco hijos y los acogidos.
Todo comienza de nuevo, todo es nuevo para ellos aunque el día comenzó ayer con el desgaste acumulado en la mochila, cicatrices de las espinas doce rosas, de las mordeduras de algunas víboras con la boca repleta de veneno.... Pero eso se olvida, la mochila no se ve, aunque pesa y las cicatrices no se ven por que el amor es ciego y Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos (Jn 15,13)
Comienza el curso, cada vida despierta por la mañana a una vida nueva, cada uno al que despietan, lo despiertan a la vida.
Veinte Lázaros que regresa a la vida.
Daniel Almagro
