Todos conocemos las consecuencias de del estrés en nuestra sociedad desarrollada, esos días en los que todo está planeado de forma que no hay espacio para encontrarnos con nosotros mismos, ni con nadie en realidad.
En la acogida a veces pasa lo mismo, los que acogemos tenemos la oportunidad de hacer acompañar a los acogidos en su camino para la inclusión en España, una España muy bipolar que se mueve entre el laicismo y el dogmatismo encontrados.
Todos con sus propuestas teóricas muy efectivas pero muy indiscutibles desde el punto de vista práctico, pero con muy buena intención eso si. Hablamos de la acogida real de personas que viven un proceso de duelo a veces muy largo y que necesita un tiempo para que llegue a la aceptación real de su situación.
Para entender este proceso de duelo es necesario nuestra inculturación. Una inculturización que se ve dificultada por nuestros prejuicios adquiridos durante años de adoctrinamiento político, social, religioso o del carácter que sea.
Esto nos puede llevar a juzgar con facilidad la situación de los acogidos con el riesgo estreñir nuestra realización con ellos, soltándoles clases magistrales con el fin de ayudarles que no tienen cabida ni puexen ser recibidas con verdadera atención ni reflexión. Es como darles una patada en la espinilla y pedir que se concentren en realizar una operación matemática.
Están viviendo un proceso de Duelo y eso necesita su tiempo de negación, de rebelión, de llorar para poder luego aceptar.
Debemos de intentar comprender esta realidad antes de proponerles procesos de educación superiores, ni filosoficos ni espirituales como la búsqueda de la libertad desde parámetros teóricos muy poco realistas que solo consiguen aumentar su frustración. A veces libertad consiste en respetar los procesos de cada uno y escuchar sus gritos sin juzgarles.
Pero si nos molestan.....
Los que si podemos tomar fibra y mucha agua o algún laxante somos nosotros, para eliminar nuestras ideas preconcebidas y empezar a escuchar desde el corazón.
Daniel Almagro
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